Comunidades de encuentro
Una comunidad Fe y Luz
Una comunidad Fe y Luz es un grupo de 15 a 40 personas (niños, adolescentes o adultos que tienen una discapacidad mental, su familia, sus amigos) que se reúnen por lo menos una vez al mes para participar en un encuentro de amistad, de compartir, de oración y de fiesta. Entre los encuentros, los miembros de las comunidades mantienen vínculos personales.
Las comunidades están enraizadas habitualmente en una parroquia y participan de la vida de su Iglesia. Fe y Luz reúne a cristianos de diferentes confesiones y desea responder a la oración de Jesús: “Padre, que todos sean uno”.
Fuera de los encuentros regulares, las comunidades tienen actividades diversas según las necesidades, la creatividad de los unos y de los otros y la inspiración de Dios. Organizan campamentos de vacaciones, retiros, peregrinaciones, tiempos de acogida y de animación con las personas que tienen una discapacidad mental con fin de permitir a los padres descansar.
Una esperanza que dar y recibir
- A la persona con discapacidad, Fe y Luz le revela que está llamada a dar todas las riquezas de su corazón, su ternura, su fidelidad.
- A las familias, Fe y Luz les aporta un apoyo esencial en sus dificultades, les ayuda a percibir mejor toda la belleza interior de su hijo, a descubrir que puede ser fuente de vida y de unidad.
- A los amigos, más en particular a los jóvenes, Fe y Luz les abre un camino de amistad con la persona que tiene una discapacidad y de compromiso para con ella, cada uno descubriendo en el otro la presencia de Jesús vivo y un nuevo sentido a su vida.
- A los capellanes, la oportunidad de redescubrir de manera nueva el corazón del mensaje del Evangelio, la buena noticia de Jesucristo anunciada a los pobres y a los pequeños, y de encontrar allí una fuente de renovación para su ministerio.
Una aventura humana extraordinaria.
Un mensaje
En nuestra época, muchos niños que tienen una discapacidad están suprimidos antes o después de su nacimiento, otros abandonados, Fe y Luz cree que la vida de toda persona es única y sagrada. Aún la más pobre está llamada a ser fuente de alegría y de paz en la Iglesia y en el mundo. Las comunidades quieren dar testimonio de la ternura de Dios para ellos y su familia.